En no pocas ocasiones los distintos manuales de Historia, cuando no las diferentes líneas editoriales plasman en las páginas de sus libros la “inexplicable” secuencia de acontecimientos sobre la “conquista” árabe de la península ibérica en el año 711. Y cuando digo “inexplicable” quiero decir “inexplicada” porque nadie ha explicado aún, por qué los romanos tardaron más de 200 años en conquistar la Península Ibérica y los árabes tardaran apenas 3 años. ¿Qué tenían unos que no poseyeran los otros?
Se sobrentiende que los musulmanes se encontraron una red de comunicaciones (calzadas romanas) que facilitaron la supuesta invasión al poder llegar con mayor rapidez a diferentes puntos de la geografía andaluza e, incluso, ibérica. Pero no es menos cierta, que la influencia latina también se deja ver en las construcciones defensivas. Es así que, tras la conquista romana, en la mayoría de municipios las edificaciones pasaron de materiales constructivos como la madera de ciertos "oppida" a auténticos "castella" de piedra y mampostería, cuando no a ciudades como Córdoba bien protegidas por sus murallas del siglo V.
En otras palabras, lo que se facilitaba en la comunicación para estos supuestos invasores, se complicaba en cuanto al asedio de los centros urbanos. Nadie, o mejor dicho casi nadie aporta el valor de una cuestión muy candente en las primeras centurias altomedievales: la religión como estructuración racional de la sociedad. Era lógico, en aquel entonces, que ante la pérdida de la legislación civil existente en el postrero Imperio Romano se adecuaran desde diferentes instituciones surgidas al hilo de las invasiones germánicas de los denominados códigos religiosos (cristianos, musulmanes o judíos); para hacer efectivo, de este modo, una regulación de la vida cotidiana de los ciudadanos.
No era la religión a fines del siglo VI, precisamente, una cuestión menor. Como ejemplo tenemos al príncipe visigodo Hermenegildo, hijo del rey Leovigildo y de la hispanorromana Teodosia, que por profesar el catolicismo, frente al arrianismo (corriente doctrinaria dentro del Cristianismo) propio de las clases dominantes germánicas, fue perseguido, para ser capturado y luego asesinado por miembros de su propia familia.
No es baladí el hecho de que Hermenegildo se refugiara en aquellos días en las ciudades andaluzas de Sevilla y Córdoba, que por entonces no habían sucumbido a los visigodos, ya que gran parte de lo que hoy conocemos por Andalucía estaba aún bajo la égida de Bizancio, y dónde las clases dominantes profesaban el catolicismo y otras fórmulas religiosas unitarias alejadas del arrianismo.
Ciertamente existen teorías, en las cuales, nos implicamos ciertos historiadores críticos con el oficialismo académico. Nos basamos en que las corrientes trinitarias y unitarias que existían como mar de fondo de todo el siglo VII en el Mediterráneo occidental desembarcan en Andalucía. Y así pues arriaron las velas en Andalucía por el carácter de sus gentes que siempre hemos poseído una cultura de entendimiento que incluía, en este caso, el concurso de las tres religiones monoteístas, con el beneplácito de un poder califal instituido por un Islam andalusí, por un Islam conciliador con las “Gentes del Libro”. Aunque ello no se obtuviese sin convulsiones en las primeras décadas del siglo VIII.
En esta tesis revisionista participan historiadores como Ignacio Olagüe (‘La revolución islámica en Occidente’, 1.974), Thomas F. Glick (‘Cristianos y Musulmanes en la España medieval’, 1.991) o recientemente Emilio González Ferrín (‘Historia General de Al-Ándalus’, 2.006).
Pero sírvanos este proscenio anterior a la supuesta conquista árabe para ver cómo 700 años después la facilidad para profesar una y otra religión era un proceso sumamente sencillo. Y aún teniendo costumbres cristianas, las personas se revestían nominal y culturalmente de una apariencia árabe, que ha causado que muchos historiadores se queden en la superficie del acontecimiento histórico y no hayan indagado en la escritura borrada del original para dar origen a una segunda en ese palimpsesto de la Historia que es la época andalusí.
Así en el número 53 de la revista HISTORIA de NATIONAL GEOGRAPHIC encontramos un interesante artículo sobre los denominados linajes de frontera, de entre los cuales podemos hablar de los Venegas. Los orígenes de esta familia están en el hijo del señor de Luque (Córdoba) que fuera apresado y hecho rehén por el andalusí Ibn al-Mawl. Así Pedro Venegas pasa a denominarse como Ibn Bannigas, se acopla a la cultura andalusí dejando a un lado la propiamente castellana. E incluso su descendencia se emparentó con la familia real nazarí. En este sentido, su hijo Ridwán Ibn Baniggas fue visir de Muley Hacén, y su nieta Maryam Ibn Bannigas, en 1.470, se casó con el príncipe Yahya al-Nayyar, nieto del rey Yusuf IV.
Y más interesante resulta que esta línea dinástica, que en los lustros del siglo XV, profesaba la religión musulmana con la Inquisición y la labor intransigente de Cisneros pasan de modo forzoso por su conversión al Cristianismo. Adquieren los apellidos de Granada Venegas, y los propios Reyes Católicos por ser éstos unos nobles moriscos que acceden a las exigencias de la conquista castellana le obsequian incluso con títulos nobiliarios del cual destaca el marquesado de Campotéjar.
Si somos capaces de trazar paralelos en la Historia entre lo que aconteció en el siglo VIII y lo que ocurrió en el siglo XV, encontraremos muchas semejanzas en los procesos de pasar de una religión a otra. Con ello quiero decir que las sociedades humanas no se organizan en compartimentos estancos para parapetarse más allá de Covadonga, o para ser asesinados o expulsados por los Reyes Católicos en plena efervescencia de la Lucha de Religiones en Europa de modo integral. Es así que entre la visión maniquea de la realidad (todo o bien es blanco, o todo es negro), siempre encontramos una variedad de matices y colores que marcan la verdadera diversidad del ser humano.
¿Nadie ha reflexionado nunca a colación de la supuesta conquista árabe que un número reducido de éstos que no llegaban a 15.000 pudieran arrinconar a 20.000.000 de hispanorromanos en un minúsculo valle de Asturias?
Se sobrentiende que los musulmanes se encontraron una red de comunicaciones (calzadas romanas) que facilitaron la supuesta invasión al poder llegar con mayor rapidez a diferentes puntos de la geografía andaluza e, incluso, ibérica. Pero no es menos cierta, que la influencia latina también se deja ver en las construcciones defensivas. Es así que, tras la conquista romana, en la mayoría de municipios las edificaciones pasaron de materiales constructivos como la madera de ciertos "oppida" a auténticos "castella" de piedra y mampostería, cuando no a ciudades como Córdoba bien protegidas por sus murallas del siglo V.
En otras palabras, lo que se facilitaba en la comunicación para estos supuestos invasores, se complicaba en cuanto al asedio de los centros urbanos. Nadie, o mejor dicho casi nadie aporta el valor de una cuestión muy candente en las primeras centurias altomedievales: la religión como estructuración racional de la sociedad. Era lógico, en aquel entonces, que ante la pérdida de la legislación civil existente en el postrero Imperio Romano se adecuaran desde diferentes instituciones surgidas al hilo de las invasiones germánicas de los denominados códigos religiosos (cristianos, musulmanes o judíos); para hacer efectivo, de este modo, una regulación de la vida cotidiana de los ciudadanos.
No era la religión a fines del siglo VI, precisamente, una cuestión menor. Como ejemplo tenemos al príncipe visigodo Hermenegildo, hijo del rey Leovigildo y de la hispanorromana Teodosia, que por profesar el catolicismo, frente al arrianismo (corriente doctrinaria dentro del Cristianismo) propio de las clases dominantes germánicas, fue perseguido, para ser capturado y luego asesinado por miembros de su propia familia.
No es baladí el hecho de que Hermenegildo se refugiara en aquellos días en las ciudades andaluzas de Sevilla y Córdoba, que por entonces no habían sucumbido a los visigodos, ya que gran parte de lo que hoy conocemos por Andalucía estaba aún bajo la égida de Bizancio, y dónde las clases dominantes profesaban el catolicismo y otras fórmulas religiosas unitarias alejadas del arrianismo.
Ciertamente existen teorías, en las cuales, nos implicamos ciertos historiadores críticos con el oficialismo académico. Nos basamos en que las corrientes trinitarias y unitarias que existían como mar de fondo de todo el siglo VII en el Mediterráneo occidental desembarcan en Andalucía. Y así pues arriaron las velas en Andalucía por el carácter de sus gentes que siempre hemos poseído una cultura de entendimiento que incluía, en este caso, el concurso de las tres religiones monoteístas, con el beneplácito de un poder califal instituido por un Islam andalusí, por un Islam conciliador con las “Gentes del Libro”. Aunque ello no se obtuviese sin convulsiones en las primeras décadas del siglo VIII.
En esta tesis revisionista participan historiadores como Ignacio Olagüe (‘La revolución islámica en Occidente’, 1.974), Thomas F. Glick (‘Cristianos y Musulmanes en la España medieval’, 1.991) o recientemente Emilio González Ferrín (‘Historia General de Al-Ándalus’, 2.006).
Pero sírvanos este proscenio anterior a la supuesta conquista árabe para ver cómo 700 años después la facilidad para profesar una y otra religión era un proceso sumamente sencillo. Y aún teniendo costumbres cristianas, las personas se revestían nominal y culturalmente de una apariencia árabe, que ha causado que muchos historiadores se queden en la superficie del acontecimiento histórico y no hayan indagado en la escritura borrada del original para dar origen a una segunda en ese palimpsesto de la Historia que es la época andalusí.
Así en el número 53 de la revista HISTORIA de NATIONAL GEOGRAPHIC encontramos un interesante artículo sobre los denominados linajes de frontera, de entre los cuales podemos hablar de los Venegas. Los orígenes de esta familia están en el hijo del señor de Luque (Córdoba) que fuera apresado y hecho rehén por el andalusí Ibn al-Mawl. Así Pedro Venegas pasa a denominarse como Ibn Bannigas, se acopla a la cultura andalusí dejando a un lado la propiamente castellana. E incluso su descendencia se emparentó con la familia real nazarí. En este sentido, su hijo Ridwán Ibn Baniggas fue visir de Muley Hacén, y su nieta Maryam Ibn Bannigas, en 1.470, se casó con el príncipe Yahya al-Nayyar, nieto del rey Yusuf IV.
Y más interesante resulta que esta línea dinástica, que en los lustros del siglo XV, profesaba la religión musulmana con la Inquisición y la labor intransigente de Cisneros pasan de modo forzoso por su conversión al Cristianismo. Adquieren los apellidos de Granada Venegas, y los propios Reyes Católicos por ser éstos unos nobles moriscos que acceden a las exigencias de la conquista castellana le obsequian incluso con títulos nobiliarios del cual destaca el marquesado de Campotéjar.
Si somos capaces de trazar paralelos en la Historia entre lo que aconteció en el siglo VIII y lo que ocurrió en el siglo XV, encontraremos muchas semejanzas en los procesos de pasar de una religión a otra. Con ello quiero decir que las sociedades humanas no se organizan en compartimentos estancos para parapetarse más allá de Covadonga, o para ser asesinados o expulsados por los Reyes Católicos en plena efervescencia de la Lucha de Religiones en Europa de modo integral. Es así que entre la visión maniquea de la realidad (todo o bien es blanco, o todo es negro), siempre encontramos una variedad de matices y colores que marcan la verdadera diversidad del ser humano.
¿Nadie ha reflexionado nunca a colación de la supuesta conquista árabe que un número reducido de éstos que no llegaban a 15.000 pudieran arrinconar a 20.000.000 de hispanorromanos en un minúsculo valle de Asturias?