De la gamberrada a la función socializadora




Teniendo en cuenta que si nos encontrásemos en cualquier rincón de Andalucía dónde aconteciese que fuera un lugar aislado, poco vigilado o insuficientemente transitado en ciertas horas del día, difícil sería encontrar una pared, puerta de baño o cualquier otra superficie sólida dónde no existiese una pintada.

Ciertamente, las grandes ciudades andaluzas se presentan la más de las veces como gigantescas paletas de pintor, dónde calles y edificios exhiben colores y formas llamativas. Triunfa la pintada colorista frente al cemento gris de construcciones públicas como puentes o ciertos edificios urbanos.

A esto se le ha venido a llamar como como Street Art o Arte Callejero y para neófitos como yo, el graffiti es la fórmula más conocida de los estilos que dan cabida a lo que conocemos por pintadas urbanas. Esta técnica popularizada en los años ochenta en Andalucía, siempre ha estado, o al menos es la sensación que ofrece, íntimamente relacionada con las denominadas pandillas, o bien a ciertas tribus urbanas. Nada más lejos de la realidad. Hoy día este Street Art es considerado como su propio nombre indica un Arte por sí solo, porque no son simples letras o caricaturas sino construcciones abstractas, algunas veces elaboradas por estudiantes de Bellas Artes y con conocimientos académicos. Entiéndase, por ende, que el Street Art no es la clásica gamberrada de adolescente frente a una indefensa e impoluta pared, como ya hacían, por cierto, en ciudades como Pompeya los romanos de la Antigüedad (ver enlace).

En otras palabras, lo que diferencia al Arte Callejero de cualquier otra afirmación colorística de las paredes urbanas es el carácter socializador que tienen, como elemento de denuncia visual frente a una injusticia social, o bien ante la necesidad de expresar una visión irónica de la realidad.

Aunque como toda persona que haya estudiado alguna de las Disciplinas que engloban las Ciencias Sociales, sabe que todo fenómeno social pasa, en primer lugar, por una etapa de marginación reivindicativa frente al conjunto del grupo social. Que, en segundo lugar, acontece la comprensión de la expresión social del hecho sobrevenido (es decir, la plenitud del fenómeno e imitación por parte del grupo social), para finalmente, y, en último lugar, vulgarizarse dicho fenómeno social que nació como auténtica reacción al orden establecido. Un ejemplo: Vincent Van Gogh. Murió sin vender una sola pintura. Casi 120 años después de su muerte, sus obras son las que mayor valor alcanzan en las subastas de Arte, por no hablar de las corrientes artísticas a las que abrió paso desde su inquieta paleta: postimpresionismo, expresionismo, fauvismo e incluso arte abstracto.

Volviendo al hilo de nuestra narración, tenemos dentro del mundo de los graffiti de la actualidad a Banksy, un inglés de Bristol, que no deja de sorprender por lo que es su Obra, dónde se conjugan a la perfección el humor (ver enlace), la sátira (ver enlace) o la denuncia social de hechos como el muro de Cisjordania (ver enlace).

Es más, este graffitero, consciente de encontrarse en la primera etapa del fenómeno social, ha ido dejando sus obras en museos como el Louvre francés, la galería Tate de Londres o el Metropolitan de Nueva York (ver enlace). Siempre podemos aprender de su Obra, que, en ocasiones, nos saca ciertas carcajadas por la hilaridad de su fina ironía o nos hace reflexionar sobre hechos que no por ser repetitivos en los programas de noticias de la sobremesa marginamos, por entenderlo un hecho anecdótico, véase hambrunas o guerras.

Os recomiendo bien el buscador Google (ver enlace), bien su propia página web (ver enlace). Espero que os guste la recomendación.